miércoles, 19 de febrero de 2014

Pierre Anthon

Un segundo o una eternidad. No hay diferencia. La percepción es completamente subjetiva. El tiempo es un espíritu libre que nos abandona.
No se, cuánto, cómo, dónde, qué. O en realidad si. 
El atardecer cayó sobre mi como el invierno se come al otoño. 
Vivo sin vivir. Deambulo. Puedo ser como el tiempo, como la lluvia, como el propio atardecer. No siento. Y si siento, es autofobia. 
Es como... un cortina de baño; un charco en el que no ves tu reflejo; un espejo sin cristal; niebla del norte. Como una mancha en las gafas que no se va. Y todas estas comparaciones son lo máximo a lo que aspirar, porque, no hay nada que se le parezca siquiera.

Escribo en los cristales con vaho del invierno. Me paseo en lagos de gente. Observo el sufrimiento. Y admiro la fuerza. 
Nadie repara en mí. Un ciudadano entre otros. Con su mismo paso y pensamientos. 
Hace ya tiempo, y todavía discrepo en como se debe medir el tiempo, que descubrí que era invisible. Tal vez pueda ser que la forma en la que me evado, tenga una reacción contraria y haga que la gente se evada de mí. Como las avestruces que meten la cabeza en agujeros para ocultarse. Podía chasquear los dedos, gritar como un loco, bailar encima de un coche... Que nada. La vida continuaba y se iba sin mí, dejándome atrás. 
Pero como repito, ya hace tiempo de eso (y vuelvo a discrepar sobre el reloj. El tiempo no se puede medir con objetividad. Ya lo tengo completamente probado pero como supondréis, la gente se niega a escucharme. En cualquier caso, no me entretendré en ello.)
Es como si tuviera cierta enfermedad que la gente normal llama ¿"amnesia"? Puede que sea uno de los factores por los que soy invisible. 
Lo cierto es que me acuerdo de los sustantivos básicos como vaso, coche, gente, silla... Y verbos, adjetivos y, en conjunto, toda la gramática. Pero no se quién soy, dónde vivo, mis amigos... Lo sé todo de los demás pero no se nada de mí.
Llegó un momento en que me preocupé pues al mirarme en el espejo, éste no me reflejaba. Pase varias noches (medida exasperarte para definir el tiempo en el que se debe dormir, oscuridad) inquieto y aterrorizado. Sí, es completamente estúpido, pero fue el estrés del momento. Pensé que podría ser un fantasma, lo cual en realidad tendría cierto sentido. Me asustó no ser como los demás, pero me asusté de mí mismo.
En ese momento comenzó la autofobia. Fue horrible. Quedan vestigios en mí de ello, como astillas clavadas en el corazón.

Poco después probé que no era un fantasma: mis pulmones se hinchaban cuando inhalaba, sentía el pulso en mis muñecas.
Por ello generalizo; no se quién soy y menos que soy. Pero si hablamos de ser o no ser, diré que soy feliz sin saber la respuesta a la cuestión. Es igual. 

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