domingo, 15 de junio de 2014

Life goes on

Si la vida fuera solo mala, nadie viviría. 
Si la vida fuera buena, todo el mundo estaría aburrido.
Creo que mezcla para equilibrar, una balanza. 

Pasan cosas malas, raras e importantes. También hay veces que te planteas tu propia existencia y piensas: "¿Qué coño hago yo aquí? " Pues bueno, una cosa más que tienes que añadir a tu lista de misterios sobre la vida. Al menos, hay gente que descubre quién es.

Nos da limones y hacemos limonada. Tiene sentido, aunque algunas veces no es tan fácil. 

Cuando se cierra una puerta, se abre otra. No la ves si estas ciego, pero eso no significa que no este allí ¿no?
De todas formas, aunque la vida da bastante asco en algunos momentos, queramos o no, seguimos aquí. Y no nos dejan marcharnos. Continúa y nos arrastra.

Al menos, no nos deja hundirnos. 
Espero que de segundas oportunidades. 

Últimamente he tenido más dolor de cabeza que en toda mi vida y ¿por qué? Creo que es por no pensar, por no tener un proyecto en mente, por dejar que el tiempo pase mientras miro las nubes. 
Pero es que yo no soy así. Yo no me hundo. Yo lucho y supero, como debe hacer cualquier persona. 

Así que, sí, voy a aprovechar las oportunidades que aparezcan. Voy a vivir.

sábado, 14 de junio de 2014

De piratas.

Para Marta, gran artista y amiga.

Erase una vez, dos bellas piratas. Todos los piratas hombres las temían, eras grandes. Ellas no tenían un aspecto fuerte, ni fiero. Eran como dos gatitos recién nacidos, débiles.
Pero aún así se las respetaba.
No iban juntas en un barco, cada una tenía el suyo: grande, potente y moderno. Se conocían desde siempre pero no siempre habían sido compañeras. Dos mujeres muy competitivas una en contra de la otra. 
Pero se las temía, porque tenían mucho potencial. Porque eran más de lo que parecían. Porque si se juzgaba de mala manera, por la portada, no entendías; nada era lo que parecía. 
Juntas, podían surcar todos los mares, descubrir todos los tesoros existentes, blandir espadas afiladas al combatir los grandes monstruos que habitaban la Tierra. 
Se hablaban por carta, como creando un diario con las aventuras vividas, enseñando sus misterios descubiertos, rememorando sus tiempos. 
De vez en cuando se veían, se compraban juntas una espada nueva y se embarcaban en una aventura mayor que la anterior. Las mejores leyendas son las suyas. 
Porque, aunque fueran dos personas, compartían alma. Un alma dividida en dos. 
Por eso, en su última aventura, surcaron un mar embravecido. Pero ellas no estaban asustadas. Era probablemente la tormenta más fuerte que habían vivido. Pero volvían de una de aquellas islas perdidas y estaban felices de haber encontrado otro de los tesoros escondidos. Y estaban exhaustas, pero llevaban una sonrisa puesta. Miraron a la tormenta con ojos agradecidos, era su mundo. La vida era tan bella. Se dieron cuenta de lo que tenían, todas las experiencias vividas juntas o separadas, sabiendo que siempre las dos han estado siempre ahí, para completar a la otra. La tormenta no parecía oscura, o amenazante. Era un hecho de su vida que estaba allí, era un obstáculo como cualquier otro, que hacía la vida más divertida, intensa. Se miraron las dos a la vez y gritaron a la tripulación "¡vamos chicos!" y saltando a punto de resbalarse iban ellas por el barco, dando órdenes, riéndose y deslizándose por el suelo mojado del barco.
Casi puedo ver como se hundió el barco.
Volcó, y muchos murieron.
El tesoro, quedó enterrado en las profundidades de aquel océano. 
Una de las dos valientes piratas murió. Da igual quién de las dos fue, de todas formas compartían la misma alma: alma abrasadora de conquistar, brillar, gritar, valer para algo, de sentir. De vivir intensamente. 
Y al morir una, la otra también. 
Aunque, hicieron tanto, valieron tanto, que una estrella apareció en el cielo. 
Todas las noches ilumina con un rayo el lugar en el que terminó todo.
Tal vez es su alma, quién sabe.

viernes, 6 de junio de 2014

Llueve

Un día de verano, me recordó a otro de invierno.
Y sin darme cuenta, la lluvia barrió toda la suciedad de mi ventana: ese polvo seco, del mal.

Abrí la ventana y mi mano saludó a una nube y esta le recibió con un suave diluvio de agua gris y angelical.
Mi cuerpo entero, sintió la necesidad: me saqué a mí misma de aquella muralla de piedra y cemento, dejándome respirar el aire fresco que jugueteaba con mis pestañas, que me acariciaba deliciosamente en una tremenda tormenta de pensamientos.
Los zapatos y la chaqueta se exiliaron a la habitación del otro lado.

Y mi cerebro maldició su destino; destino,de estar pegado con nervios y sangre a un alma tan pura y libre como la mía y un cuerpo desobediente y rebelde, que no ejecutaba. 

Y las gotas seguían cayendo aplastándome con ese suave deseo de recorrerme.

Apoyada en el escaso metro de tejas que separaba la seguridad de mi cuarto del oscuro vacío, estaba yo, pensando en como mi piel se erizaba con cada pequeña lágrima de frío que arrojaba mi compañera la nube.

No distinguí si lloraba ella, o yo lloraba.

Pero aquellas gotas, oh malditas, que me estaban consolando, pobre de mi cuerpo, cerebro y alma, que fuero arrojados al vacío por su causa.

El cerebro murió enfadado.

El cuerpo fue abandonado y alimentó así, a los peones de la vida y de la muerte.

Pero el alma, quedó atrapada en las gotas. Aún se la ve, cuando llueve.