sábado, 14 de junio de 2014

De piratas.

Para Marta, gran artista y amiga.

Erase una vez, dos bellas piratas. Todos los piratas hombres las temían, eras grandes. Ellas no tenían un aspecto fuerte, ni fiero. Eran como dos gatitos recién nacidos, débiles.
Pero aún así se las respetaba.
No iban juntas en un barco, cada una tenía el suyo: grande, potente y moderno. Se conocían desde siempre pero no siempre habían sido compañeras. Dos mujeres muy competitivas una en contra de la otra. 
Pero se las temía, porque tenían mucho potencial. Porque eran más de lo que parecían. Porque si se juzgaba de mala manera, por la portada, no entendías; nada era lo que parecía. 
Juntas, podían surcar todos los mares, descubrir todos los tesoros existentes, blandir espadas afiladas al combatir los grandes monstruos que habitaban la Tierra. 
Se hablaban por carta, como creando un diario con las aventuras vividas, enseñando sus misterios descubiertos, rememorando sus tiempos. 
De vez en cuando se veían, se compraban juntas una espada nueva y se embarcaban en una aventura mayor que la anterior. Las mejores leyendas son las suyas. 
Porque, aunque fueran dos personas, compartían alma. Un alma dividida en dos. 
Por eso, en su última aventura, surcaron un mar embravecido. Pero ellas no estaban asustadas. Era probablemente la tormenta más fuerte que habían vivido. Pero volvían de una de aquellas islas perdidas y estaban felices de haber encontrado otro de los tesoros escondidos. Y estaban exhaustas, pero llevaban una sonrisa puesta. Miraron a la tormenta con ojos agradecidos, era su mundo. La vida era tan bella. Se dieron cuenta de lo que tenían, todas las experiencias vividas juntas o separadas, sabiendo que siempre las dos han estado siempre ahí, para completar a la otra. La tormenta no parecía oscura, o amenazante. Era un hecho de su vida que estaba allí, era un obstáculo como cualquier otro, que hacía la vida más divertida, intensa. Se miraron las dos a la vez y gritaron a la tripulación "¡vamos chicos!" y saltando a punto de resbalarse iban ellas por el barco, dando órdenes, riéndose y deslizándose por el suelo mojado del barco.
Casi puedo ver como se hundió el barco.
Volcó, y muchos murieron.
El tesoro, quedó enterrado en las profundidades de aquel océano. 
Una de las dos valientes piratas murió. Da igual quién de las dos fue, de todas formas compartían la misma alma: alma abrasadora de conquistar, brillar, gritar, valer para algo, de sentir. De vivir intensamente. 
Y al morir una, la otra también. 
Aunque, hicieron tanto, valieron tanto, que una estrella apareció en el cielo. 
Todas las noches ilumina con un rayo el lugar en el que terminó todo.
Tal vez es su alma, quién sabe.

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